El sistema educativo que conocemos utiliza un método de enseñanza orientado a desarrollar la capacidad de deducción lógica, que consiste en averiguar la única respuesta correcta a los ejercicios y problemas que se plantean. Es una capacidad medible mediante pruebas estandarizadas. Según el resultado, la prueba recibe una calificación diferente que distingue al estudiante brillante del estudiante torpe.
Este sistema sólo valora un tipo de pensamiento: el pensamiento convergente, que se caracteriza por la capacidad de encontrar la respuesta correcta a partir de un conocimiento adquirido. Pero existe otra manera de enfrentarse a la resolución de problemas, más flexible, que no se suele valorar en algunos centros de enseñanza y que suele quedar sepultada bajo el peso de la deducción lógica: el pensamiento divergente.
¿Qué es el pensamiento divergente?
En 1967 el psicólogo estadounidense Joy Paul Guilford, considerado el padre del estudio científico de la creatividad, distinguió dos maneras de llevar el proceso intelectual. Por un lado, el pensamiento convergente, el que todos conocemos: consiste en adquirir conocimientos y obtener la respuesta correcta ante un problema.
Por otro lado, el pensamiento divergente, que genera ideas y soluciones a partir de la exploración de muchas alternativas, parezcan lógicas o no. Es un concepto íntimamente ligado a la creatividad, a la capacidad de generar ideas nuevas y diferentes, que se salen de lo esperado, pero que pueden ser altamente útiles.
¿Para qué es útil el pensamiento divergente?
El pensamiento divergente es una habilidad distinta del pensamiento convergente. Lo que ocurre es que, hasta hace muy poco, sólo hemos considerado el pensamiento convergente como algo valioso. Un alto nivel de coeficiente intelectual, que mide la habilidad para el pensamiento convergente, no implica una gran capacidad creativa, ya que el pensamiento divergente es difícilmente medible y no se han desarrollado métodos para hacerlo, concentrados como estábamos en potenciar el pensamiento convergente.
El actual sistema educativo se modeló en los inicios de la industrialización. Existían fábricas con un modelo de trabajo muy concreto. Todo el sistema se estandarizó y destacaban aquéllos que sabían exactamente lo que había que hacer. Hoy en día la industria ha cambiado, la innovación es constante e inmediata, ya no existe una respuesta para cada cosa y se adapta mejor la persona con la mentalidad más flexible, la que sabe ver más allá y no teme cometer un error.
Por otra parte, a raíz de la última crisis que hemos vivido, han surgido voces críticas con el sistema de educación. Ante una nueva situación, que nos ha pillado por sorpresa, se nos ha exigido que reaccionemos de manera creativa, que busquemos alternativas, que nos olvidemos de lo establecido porque lo que conocíamos no va a volver, después de décadas potenciando la respuesta única.
El pensamiento divergente en la infancia y la creatividad
El pensamiento divergente está muy ligado a la creatividad. Pese a lo que pueda parecer, no se trata de enseñar la creatividad según crecemos sino de no perder todo el potencial creativo que tenemos durante la infancia.
Todos los niños y niñas tienen una gran capacidad creativa de manera innata; no tienen prejuicios acerca de las cosas, así que su visión de las mismas es mucho más amplia. Esta capacidad se va reduciendo según nos vamos haciendo adultos, en gran parte por el modelo educativo que premia al estándar frente al creativo.
Fomentar la creatividad ayuda a construir una buena autoestima en los niños y niñas. Al tener libertad para mostrar sus ideas, también son personas más expresivas y muestran mejor sus sentimientos, además de ser más empáticas con los demás. Potenciar el pensamiento divergente favorece una Sociedad de personas adultas autónomas y menos conformistas, con criterio y mayor tolerancia a situaciones cambiantes, como la que vivimos actualmente, y con capacidad para buscar respuestas a nuevos problemas que no conocíamos.
¿Cómo podemos fomentar la creatividad de nuestros hijos?
El ambiente familiar es un lugar perfecto para potenciar la creatividad de nuestras hijas e hijos. Te proponemos algunas pautas para favorecer un ambiente que ayude a estimular su creatividad:
Crea un clima de confianza: permite que se equivoque, que experimente el error. En muchas ocasiones padres y madres nos adelantamos a nuestros niños y niñas, mostrándoles el camino correcto antes de que les dé tiempo a equivocarse. Deja que experimente, felicítale por sus ideas nuevas y no te burles si son muy alocadas, pues dejará de explorar ese camino.
Presta atención a sus intereses y foméntalos: no podemos dejar de enviar a nuestros hijos e hijas al colegio pero las actividades extraescolares pueden favorecer el desarrollo creativo. Para ello se suele proponer actividades como la danza, la música, el dibujo o el teatro, donde explorar otras formas de expresión. Pero no olvides que la creatividad va de enfoques nuevos y originales y también puede surgir en áreas como las matemáticas, la tecnología o la ciencia.
Reserva tiempo para el juego: el juego es fundamental en el desarrollo de la creatividad infantil. Mundos imaginarios, juguetes que hablan, aventuras en el parque… en el juego la imaginación no tiene límite.
Pregúntale y rétale: estamos habituados a que nuestros hijos e hijas nos pregunten cuando tienen dudas. Cambia el rol y pregúntales tú; las respuestas pueden ser sorprendentes y así también podrás conocer qué piensa. Elabora preguntas para desarrollar su pensamiento crítico, incluso sobre asuntos sencillos, o plantéale retos que le obliguen a pensar. Asegúrate siempre de que están adaptados a su edad y que podrá encontrar una respuesta, para que no se frustre y abandone.
Cada persona tiene habilidades diferentes, aunque algunas no hemos aprendido a valorarlas como se merecen. Sean cuales sean las aptitudes de tus hijos e hijas, escúchales y fomenta sus intereses; así conseguirás adultos más felices y constructivos.